La mejor tenista nacional en silla de ruedas gozó como nadie el primer Grand Slam del año y su debut absoluto en cualquiera de los torneos grandes. Luego de su actuación, saca conclusiones de las derrotas y asegura estar más prendida que nunca para ganarse un lugar en el top ten y seguir en la senda de los majors.
Texto y fotos: Sebastián Varela, desde Melbourne.
La élite del tenis en silla de ruedas es muy exclusiva y de difícil acceso. Si bien en el tenis convencional, los Grand Slams son la oportunidad para que mayor cantidad de tenistas compitan por los trofeos más prestigiosos del circuito (con cuadros de 128 jugadoras), en el tenis adaptado ocurre lo contrario. Sólo ocho jugadoras tienen el privilegio de estar en los majors, a diferencia del resto de los torneos, con main draws de entre 16 y 32 deportistas.
Para la previa de este Abierto de Australia, a Macarena Cabrillana (28 años, 12ª ITF) se le juntaron varios factores a su favor: mostraba su mejor ranking tras haber ganado el French Riviera Open, algunas de las top rechazaron viajar a Oceanía dado el contexto mundial, y además no había ninguna jugadora local con el nivel para aspirar a una invitación. Era el momento para postular al wild card que le entregan a la octava tenista y así meterse en su primer Grand Slam. “Las últimas semanas antes de recibir la noticia había un nervio brutal. Me llega el correo de Tennis Australia y pego un grito enfermo cuando veo mi nombre en la lista. Me escuchó todo el CAR (Centro de Alto Rendimiento), donde vivo. Empecé a llamar a todo el mundo, estaba muy feliz. Me costó mucho, hasta que llegué a Melbourne, creer lo que estaba pasando, el lugar que me había ganado”, comenta con alegría después de la competencia.
Y de ahí con la noticia, ¿Cómo llevaste la preparación?
Con una energía extra. En los entrenamientos no erraba ninguna pelota, me movía de lado a lado. El color de la cancha del Estadio Nacional es igual que el de las de Melbourne Park, así que empezamos a soñar con la experiencia, como cabros chicos. ‘Negra, esto te lo ganaste por tu esfuerzo. Disfruta todo el camino a concho’, me dijo Ricky, mi coach (Ricardo Martin). Entonces así fue y ahora digo que estoy agradecida por haberla vivido.
Evento grande en medio de una pandemia, ¿Cómo viviste el tema sanitario?
La organización fue de otro planeta, cuidaban cada detalle. Espacios designados, fiscalización muy severa del Ministerio de Salud. Un poco confusa al principio, pero lo principal, que estuviéramos sanos, se cumplió perfectamente. La cuarentena no fue tan estresante, porque le sacábamos el jugo a las cinco horas diarias de libertad para dar la vida entrenando. Tuvimos mucha suerte, porque nos pudo haber tocado el vuelo de Los Ángeles que trajo a gente contagiada y no fue así.
¿Y tus sensaciones cuando recién llegaste a Melbourne Park?
Yo veía esto en la tele…y cuando me vi en mis ruedas entrenando la primera vez ahí, se sintió increíble. Quizás ese fue el mejor entrenamiento que he tenido en la vida, ¡No había cansancio! Nunca hubo una mujer chilena en el tenis en silla que haya llegado a disputar el torneo más grande del mundo. A mí nadie nunca me dijo que podría llegar a esto, nunca tuve una referente. Ha sido todo muy nuevo y lo viví como un trabajo serio, y gozando a la vez.
Supiste mantener el equilibrio entre disfrutar la novedad y el trabajar duro pensando en los partidos.
Obviamente. Uno se emociona cuando te topas a las grandes estrellas del tenis mundial en los pasillos, comedor o camarines. Y hay que comportarse como una colega y no como fan. Me controlaba, porque quería tomarme fotos con todos. Bueno, lo hice, con Serena, con Nadal. Es que era la oportunidad al ser mi primer Grand Slam. Después cuando vuelva a otro torneo grande y ya sea habitual, no va a corresponder. Pero había que sacarle el jugo, vi varios partidos en el estadio y lo pasé excelente. Me llené de una energía totalmente especial y fui la persona más feliz de todo Melbourne Park.
Le tomaste el pulso al primer nivel, ¿Ahora te vuelves adicta a esto?
Por algo todos los tenistas dicen que este es el mejor torneo del mundo. La organización no falla en nada y la atención es una locura. No hay nada para criticar. Por lo general en todos los torneos que juego, uno encuentra muchas fallas, especialmente en Sudamérica, a lo que ya estoy acostumbrada. Entonces veo esto y lo único que quiero es mejorar mi nivel y exigirme al máximo para seguir jugando en el primer mundo del tenis. Claro que se vuelve adictivo. Ya me pongo como meta jugar Roland Garros, aunque por números sea difícil. Tengo que acercarme al top 8 para postular de nuevo a otra invitación, y lo voy a lograr.
¿Qué tan lejos de sientes de las mejores del mundo?
Por tenis, no me siento lejos. Hace dos años, no lo tenía. Entrené con ellas en el pasado y de revés no les aguantaba, o notaba que mi movilidad no era igual. Entonces no podían haber rallies buenos. Hoy en día, entrenamos de igual a igual. La diferencia pasa por la puesta al aire, el manejo de la presión, los puntos importantes. La gente ve el marcador, la dos del mundo me mete 6-0 y 6-1. De afuera pueden decir, ‘tremenda diferencia’, y sí, pero yo siento que en tenis estamos parejas, me gana por jerarquía, frialdad, concentración. Yo me lo tomo como desafío y lo quiero trabajar. Pero sé que eso me lo va a dar la experiencia. Estoy en el camino de descubrirlo y me siento muy capaz de mejorar.
¿Con qué sensaciones saliste de la cancha tras esa derrota?
Me puse a llorar. Abracé a Ricky y no me aguanté. Pero no por la derrota en sí. Sino porque lo estaba pasando demasiado bien y quería que el partido hubiese durado más. Estaba jugando bien, gozando cada punto que ganaba, cada peloteo que aguantaba. Sólo quiero volver por más.
¿Y qué tal la química de equipo que tienen con Ricky?
Tremendo. La energía y el trabajo que le pone a mi carrera es impresionante. Es lo que yo necesitaba para llegar a lugares como este. Si bien con Aldo (Sepúlveda) gané títulos importantes y aprendí todo lo técnico, sentía que necesitaba esa pasión y esa garra que Ricky mete. Nos entendemos, porque no somos tenistas talentosos, así que tenemos que añadirle más esfuerzo. Compartimos el dolor que el tenis genera, cuando no salen las cosas, cuando no puedes llevar a los partidos lo que hiciste en los entrenamientos. Hay mucha empatía. Hoy es quien más sabe de tenis en silla en Chile y conmigo ha podido aprender muchísimo. Se puso el overol, salió de su zona de confort y con humildad afrontó este desafío. Vamos por más.
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