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Yogurt de Mora tras superar el COVID-19: “Nunca pensé que la gente me quería tanto”



“Estamos de vuelta”. El emblemático Exequiel Carvajal, mejor conocido en el mundo del tenis como Yogurt de Mora, tuvo una larga batalla contra el COVID-19 en las últimas semanas, y afortunadamente ya está de alta, recuperándose en su hogar. Desde ahí es donde el encordador del equipo de Copa Davis atiende a Séptimo Game luego de ganar uno de los partidos más importantes de su vida.


“No se lo encargo a nadie. Estuve seis días en la UCI, estuve muy mal, ‘medio ido’. De repente escuchaba algo, pero los doctores que me atendieron en la clínica Indisa, diez puntos. La doctora nunca dejó que me entubaran, esperó los seis días”, comenta sobre su tiempo hospitalizado.


“Estaba yendo a la tienda de Wilson a encordar, y en una de esas pasadas, un martes llegué con un resfriado muy fuerte. Me acosté y me dolía todo, me dio fiebre. El viernes de esa semana, nos fuimos a hacer unos exámenes. Esperando el resultado me llama el doctor, y me dice: “Don Yogurt, malas noticias, está con COVID”. El martes de esa semana que seguía, la del 21 de mayo, hice una última clase de un taller online de Ñuñoa, y me sentí muy cansado. Me movía dos metros y me dolían las piernas. Como no se podía salir con COVID, nos arriesgamos y gracias a Dios no pasó nada. Llegamos a la clínica a las 7 de la tarde, y a las 2 de la mañana la doctora me dejó internado, porque estaba muy mal”, cuenta Yogurt acerca de cómo contrajo el coronavirus.


“El Chino me dijo: ‘Yogurt, tu me conoces de chico, yo no te voy a dejar botado, tu eres como parte de mi familia, tienes que salir de esto, eres muy fuerte’, y me quebré totalmente. Me dio fuerza y su apoyo total. Massú estaba muy preocupado, Fernando llamaba todos los días. Estoy muy agradecido de toda la gente del tenis, hasta el día de hoy estoy contestando Whatsapp. Pato Cornejo estaba como tabla, después me llegaron mensajes de Carlos Kirmayr de Brasil, de Meligeni, Lapentti, los argentinos, Filippini, los peruanos, los colombianos, mucha gente. Yo nunca pensé que la gente me quería tanto”.


Yogurt y sus mil anécdotas

Hay bastante gente que te conoce de la época de Ríos, González y Massú. Pero cuéntanos de tus principios, de ese niño pasapelotas.


Yo entré a los 12 años en el club de tenis del Banco de Chile. A los 15, después de la final de Copa Davis de 1976 empecé a trabajar en el Estadio Nacional y con Luis Ayala (ex 5 del mundo y capitán del equipo chileno), y tenía las Copas Davis e hice muchas cosas, estaba a cargo de los camarines, picar la cancha, hacer mucho trabajo de tenis que me ayudó mucho cuando uno va creciendo. Después tuve la posibilidad de aprender a encordar.

¿Quién te enseñó a encordar?


Un profesor que vive en San Juan, Roberto Medel, me pasó una máquina y me dijo “¿Yogurt, por qué no encuerdas aquí a los niños del Estadio Nacional?”. Ahí jugaba Marcos Colignon, Paula Cabezas, Paula Sepúlveda, entre otros. Y ahí le empecé a encordar a ellos. Y después aprendí mucho de Raúl Carreño, y mirándolo a él me dio unas pautas. Y después apareció el padre de Oscar Bustos. Él me dice: “Exequiel, ¿por qué no tenemos el Nacional de Menores con un encordador? – Ahí no existían los encordadores en los torneos de menores. Yo fui y sólo tenía que encordarle a los jugadores de la Asociación de Santiago, y empecé a encordar. Después la Federación me habló y me dieron permiso para ir a los torneos. En un momento, yo ya iba a encordar a la Copa Davis. Ellos nunca han hecho un convenio con una marca para encordar, porque si yo no estaba con ellos no podía estar. Y los jugadores pedían que esté el Yogurt. Después empecé a hacer otras cosas en la Copa Davis.


En un momento hubo unos dirigentes que me tiraron un poco para el lado con los menores, entró una marca que empezó a regalar raquetas con un convenio muy bueno para la Federación. Yo dije, “Si yo no encuerdo los torneos no importa, pero me tengo que reinventar”. Hice cursos con Jaime Fillol, Pato Cornejo. Hice un curso con Tito Vázquez en Argentina, luego hice un curso Nivel 1 de ITF para poder ir como capitán en un Sudamericano de COSAT. Empecé a trabajar también en las Giras COSAT, viajaba con 26 jugadores con el Nano Zuleta. En Brasil, en el Banana Bowl, aparece Patricio Apey, que fue alguien que me ayudó mucho. Yo encordaba en el hotel, y llegaban todos los jugadores, los ecuatorianos como Lapentti, argentinos como Lucas Arnold.


Te fuiste dando cuenta que podías encordarle al resto.


Claro, y los mismos cabros me traían las raquetas. Lo que pasó fue que llegó Patricio Apey a Brasil y me dice, “Yogurt, mañana llega mi jefa, y Prince está haciendo un programa muy bueno con la USTA y van a ser el encordado oficial, y necesitamos un encordador”. Yo le conté a Nano Zuleta y me dijo “¡de a dónde!” (risas), ¡no me creía el cuento! Y resulta que vienen después, y me dicen que van a ser los encordadores oficiales del Orange Bowl y queremos que seas encordador nuestro, porque conoces a todos los jugadores. En ese tiempo estaba Gabriel Silberstein, el Chino era un año más bajo. Al final trabajé allá y conocí a un montón de jugadores, conocí a todos los españoles, estaba Moyá, Albert Costa, Feliciano López, toda esa generación. Estaba también Gaudenzi, el presidente de ATP. Gran parte de esos jugadores eran Prince, donde estuve trabajando por diez años. Me empezaron a llevar a Nueva York, y me quedaba en el piso 40 del Plaza. En el ascensor iba con Becker y Edberg.


Qué grande. ¿Cómo asumiste ese cambio de vida? De ir a la COSAT a estar en un ascensor con Becker…


Para mí fue extraordinario. Te puedo contar una anécdota, estaba en Brasil y necesitaban un encordador en el Lipton. Me hablan por teléfono y me dicen “Yogurt, necesitamos urgente que estés el viernes en el hotel Hilton en Miami”. Me vengo de Brasil por tierra y no había pasaje para un mes más. Y les dije “¿Para otro país no hay?” – Sí, para Montevideo. Y pagué y me subí al bus a Montevideo. El bus iba llegando a Montevideo e iba saliendo un bus para Chile. Fue una cosa que no la cuentas de nuevo. Estuve dos días en Chile, compré un pasaje rápido y llegué a Miami el jueves, y encordé en el Lipton. Todo lo que podía haber ganado lo gastaba en viajes. El Nano me decía “Yogurt, vamos a ir a Europa con los cabros, con Massú”. Yo juntaba plata y me compraba un pasaje. Una vez fui pagado por la Federación para acompañar a González a un Roland Garros junior. En Paraguay me quedaba en la casa de Víctor Pecci, me pasaba una pieza, olvídate. Pensaba que me iba a quedar en la pieza de la empleada, pero llegaba a una cama King size, con baño, espejos, y el chofer me dice “Don Yogurt, aquí usted se va a quedar”.


¿Cuál fue tu primera Davis?

De 1977 en adelante empecé como pelotero. En la Copa Davis de 1978, cuando Hans le ganó en el Estadio Nacional a Vilas, en un partido emocionante, el estadio se venía abajo. Después de perder, Ion Tiriac se puso a entrenar dos horas más con él. Y de ahí, el tipo se comía diez churrascos.


¿Cómo conociste a Ríos, González y Massú?


A Fernando lo conocí a los 8 años. Fui utilero en un equipo de fútbol en La Reina, y todos los domingos iba para allá y conversaba con ellos. Me llevaba mi padrino de matrimonio, Víctor Ahumada. Todos los domingos iba a su casa y de ahí al estadio a ver a Colo-Colo. A Nico lo conocí en un nacional en Recreo. Conocí al abuelo y Massú tirando las pelotas para arriba, alegando todos los puntos, reclamaba, les cambiaba la cuenta. El Nico se hacía respetar. Cuando ya jugaban dobles entre 14 y 18, eran bravos. Los peruanos eran un mero trámite. Con los argentinos era más pelea. Antes ya conocía al Chino, y siempre le pude encordar en los Grand Slam. Le encordé en el US Open que ganó en Junior.


¿Cómo era viajar con Ríos?

El Chino era muy light, me acuerdo en una gira que perdió en la primera ronda de la Qualy de Roland Garros, un partido que duró como tres horas y media. Después nos quedamos en una hostal en Montrouge, en el suelo con colchonetas. El Chino me decía: “Yogur, ¿vamos a comer algo?” Y el Chino entraba a cualquier lado, una Coca-Cola costaba como 3 lucas, carísimo. Entrábamos a un lugar y le decía “esta hueá es muy cara”, y me decía “qué te preocupai, si ando con tarjeta, paga mi papá”. Tanto Fernando como el Nico y el Chino, nunca me han dejado pagando.


Hay una anécdota en Italia con Fernando, Massú y el Nano Zuleta…


Todos la cuentan de distinta manera, pero la mía es la verdad. Estábamos en un torneo, y resulta que ordenamos las maletas, y amarramos bien el auto. Y Zuleta dice: “chiquillos, saquen bien su pasaporte que vamos a cruzar la frontera”. Llegamos a la frontera y el único que no llevaba el pasaporte en su bolsillo, y lo tenía en su bolso era el Nano. Siempre le daba lo mismo y tuvo que desarmar la carga y quedó medio suelto. Cuando íbamos en el túnel, se cayó mi maleta, el Nano para en una orilla y nos metemos al túnel. Vamos a buscar la maleta y estábamos a 30 metros. Y de repente viene un camión y nosotros arrancando, y reventó la maleta. Aparecieron mis calzoncillos en el parachoques del camión, y las cabras grabando, la Karen Harboe grababa.


¿Hay registro de eso?


Estaba tan picado que borré toda esa grabación (risas). Las cuerdas, los grips, estaba todo en el parachoque. Después del lío, entre todos me compraron una maleta en París. Fuimos a un Carrefour y todos se pusieron con la maleta. Menos mal que no iba la máquina de encordar.


¿Viajas siempre con la máquina de encordar?

Siempre. Toda la vida. Yo iba a encordarle a todos los cabros, porque los encordadores en Europa son carísimos. Los mismos cabros, Fernando, Nico, hablaban con los demás y me traían raquetas. Más encima, a Mariano Hood lo conocí una vez en Charleroi. Le encordé como seis veces una raqueta y hasta que le quedó buena.


¿Tienes alguna anécdota con los chilenos en Roland Garros?


Con Fernando tengo muchas anécdotas. La primera vez que fuimos allá fue a jugar la Qualy, estaba Carlitos Herrera. Fernando no podía jugar porque no habían Wild Card. Don Carlos fue a ver si le daban una, pero estaba todo cerrado. Yo le digo a Fernando “pura tontera, vamos a la firma”, fuimos y Fernando pudo jugar. Ahí conocimos al ruso, a Marat Safin. Resulta que él estaba sentado, mirando, y hablaba muy bien español, porque tenía contrato con IMG. No tenía con quién jugar, y ahí entrenó con Fernando y nos empezamos a conocer. Ya cuando grande, me saludaba y conversaba con uno. Es un tipo muy abierto, muy simpático. Uno empezó a conocer a muchos jugadores, a los franceses, Di Pasquale, Grosjean, que siempre me saluda cuando lo encuentro en el tour.

En Wimbledon, Massú le ganó a un francés en octavos de final. El francés andaba con todos los tipos de la federación, y Nico andaba conmigo no más porque el Nano no pudo ir. Después perdió con un ruso. Yo me tuve que venir, porque Massú tenía que gastar 100 dólares. Yo le dije: “Yo me voy, porque mi pasaje vence mañana, y ojalá que te vaya bien poh hueón, nos vemos en Chile” (risas). Hay muchas anécdotas con Massú, González y el Chino.


En cuanto a la Copa Davis, ¿La derrota con Rusia acá fue la que más sufriste?


Yo fui a muchas Copas Davis, por ejemplo, la derrota en la India, o en Buenos Aires, con 2-0 arriba con Silberstein sobre Frana. En la de Rusia acá, los rusos fueron muy vivos. Llegó Andreev antes de la Qualy a Viña, jugó la Qualy, perdió en Cuartos… El tipo se preparó y nos pasó la cuenta. Y también tenemos una derrota con los canadienses donde nos volaron en una cancha de hielo en Calgary. Y la última vez que fuimos a Canadá pensaba que podíamos ganar, y nos dieron una paliza. También está el robo que nos hicieron en Estados Unidos en California. Nos robaron unas pelotas en la línea, fue muy mala esa derrota.


He sido un privilegiado de estar en el tenis y en estos 45 años he estado metido en las Copas Davis, primero como pelotero. Con Luis Ayala estuve a cargo de los camarines, y cuando jugamos con Estados Unidos, veías a McEnroe con 18 años, a Gottfried, Flach y Seguso. Con Estados Unidos, Luis Ayala le pidió a la Federación que estuviera a cargo de los camarines. Él me dijo, “Carvajal, aquí no entra nadie”. Fue el embajador de Estados Unidos a saludar a los jugadores y yo no lo dejé entrar. Al otro día, El Mercurio puso “Luis Ayala puso a un cabrón en la puerta”.


Fernando González pregunta por una anécdota: “Cuando el Chino decía que para hablar con él tenías que sacarte los lentes”


Estábamos en el ATP en San Carlos. Fue un año que yo no estaba encordando ahí, porque para llegar a encordar al ATP fue un proceso largo donde yo tuve que convencer. El Chino me dice: “Yogurt, encuérdame unas raquetas, voy a jugar en San Carlos y anda a dejármelas”. Después no me dejaban entrar al estadio, porque hay encordador. Don Álvaro Fillol dijo que no podía entrar porque hay encordador y que le pasara a él las raquetas. “No, las raquetas no se las paso a nadie”, dije yo. De repente, viene el Chino en el auto y me dice: “¡Oye, tal por cual, te estoy esperando! (…) súbete al auto”. Voy con el Chino y los guardias no me podían parar porque iba con él. Y pregunta por Álvaro Fillol y dice: “Álvaro, para el leseo, cómo no dejai entrar al Yogurt”. “Pero si acá tenemos encordador”, respondió. “Pero si tus encordadores son como el… Yo quiero que me encuerde el Yogurt, y dale una credencial altiro, sino no juego más”. El Chino después me dijo: “Oye, pa hablar conmigo sácate los lentes”. Y yo le contesté: “Qué te creís voh, tal por cual, no le has ganado a nadie, gil”. Se cagaba de la risa. De repente me decía: “No me hablís porque te tengo cortado”. “Qué me vay a cortar voh, tal por cual”, le decía yo.


Se llevaban bien, había respeto.


No solamente el Chino, Fernando también me hinchaba, Massú igual. Con Massú estábamos en una gira en juniors en un McDonald’s. Y le dijo “¿Hasta cuándo me vai a hueviar?”. Y le pego un combo en el pecho. Massú tenía como 16 años, flaco. Y me dijo: “Ya Yogurt, no te voy a molestar más”. Y a Fernando también, lo subí y lo bajé en el comedor en Roland Garros, y todos nos miraban. Hay muchas anécdotas. Cuando uno conversa se va acordando de muchas cosas.


¿Qué hay de cierto que Tommy Haas te debe plata?


Cinco raquetas. Nunca me las pagó. Vino a jugar a San Carlos, y no me acuerdo si andaba con Bollettieri, perdió en primera ronda, se fue, y nunca más. Creo que ni debía saber, porque andaba con otra gente. De repente, los argentinos también perdían, se enojaban y se iban. Pero cuando les decía que me debían tres raquetas, me las pagaban.


¿Quién era el más atrapado con las raquetas? De tensión, balanceo y esas cosas.


El que tenía más sensación con el tema de las raquetas era el Chino. Siempre quería ponerle más tensión. Mientras iba avanzando en las rondas, el le ponía 27 kilos. Cuando era número uno, le llegué a poner con mi máquina 34 kilos. Con la humedad en Buenos Aires, se cortaba la raqueta sola. Y la cuerda costaba 30 dólares. Al tipo que le encordé más raquetas en general fue al Chino Ríos. Cuando jugó en Buenos Aires, creo que le encordé 12 o 14 raquetas. Le duraba muy poco el encordado. Yo le llevaba una raqueta, y Manuel Astorga venía con otra: “¡Yogur, cortó otra!”


¿Es cierto que Filippo Volandri le puso 15 kilos de tensión a una raqueta en Viña?


12 kilos. Igual que Zabaleta una vez bajó muchísimo la tensión. Así la pelota te avanza más, tienes más tiempo la pelota en la raqueta. La gente cree que es al revés, mientras más duro uno ponga un encordado, la pelota te va a correr más, pero es al revés. Si está muy dura, sale más rápido de la raqueta, pero no te va a avanzar tanto. A los jugadores les digo: “Mira, tengo un maquinón, tengo un Ferrari”, porque llevar una máquina de esta calidad, cuando fuimos a Madrid salió una fortuna, pesaba 67 kilos. Estaba bueno porque íbamos al Mundial, todos los equipos tenían su encordador, fue sumamente bueno.

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